Hablamos mucho de eficiencia energética, y de forma intuitiva todos sabemos lo que queremos decir, pero ¿cómo debe de ser el sistema de aire comprimido?
En primer lugar debe de ser diseñado correctamente. Aspectos como la configuración de los compresores y su localización, número de compresores empleados, forma de control de cada compresor y del conjunto, calidad del aire de entrada, tipo de tratamiento posterior y refrigeración, cálculo de líneas y zonificación, elección de los materiales de las tuberías y del tipo de conexiones… Cada componente del sistema debe ayudar a suministrar el aire requerido. Si un componente trabaja de forma ineficiente, toda la cadena sufre y los costes suben.
En segundo lugar debe ser mantenido apropiadamente: cambios de filtros, aceite, piezas que sufren desgaste, realización de pruebas… por personal técnico especializado.
Por otra parte no hay que olvidar que todos los usuarios deben estar concienciados acerca del coste del aire comprimido, y entrenados en el uso correcto del equipamiento que emplea esta energía.
Y por fin, el sistema debe estar monitorizado, bien continuamente, o bien de forma regular, para calcular los consumos de energía a partir de los datos obtenidos. Además debe de estar sujeto a un programa continuo de detección y reparación de fugas.
No es tan difícil, ¿verdad?